miércoles, 17 de diciembre de 2014

Manolo Preciado, uno de los nuestros

"La gente no te engaña cuando la miras a los ojos o te da un abrazo llorando; hay sentimientos que no se pueden fingir"
Manolo Preciado

Hace ya dos años que el entrenador de origen santanderino nos dejó a causa de un infarto justo el día que se iba a anunciar su compromiso para entrenar por una temporada al Villareal C.F. Con este contrato Manolo Preciado iba a regresar al lugar en el que más feliz era, un banquillo de Primera División.

Nacido y criado en Santander, el fútbol siempre fue su gran pasión y llegó a debutar con el equipo de su ciudad, el Racing, del que posteriormente fue entrenador. Asturiano de adopción, su fuerte temperamento y su valentía le llevaron a superar todos los reveses que le planteó la vida y a asumir retos deportivos tan complicados como conseguir dos ascensos a la élite del fútbol español. El primero lo consiguió con el Levante en la temporada 03-04 y el segundo con el que a la postre sería el equipo de su vida, el Sporting De Gijón.

Manolo Preciado hablaba claro, la honestidad era su principal seña de su identidad, así como su carácter rebelde, una personalidad difícil de doblegar. Afable, cordial, próximo y muy cercano a su afición, igual reconocía el valor de los suyos que aseguraba estar “más quemado que la moto de un hippie”. Pocos entrenadores han sido capaces de aglutinar en torno a su persona un caudal de simpatía tan grande, como demuestra haber sido capaz de llorar, el día de su destitución, junto al presidente esportinguista que había tomado tan difícil decisión. Por esa cercanía en un mundo tan complicado, Manolo siempre será uno de los nuestros.

Alberto García (@10Tucho)

martes, 16 de diciembre de 2014

La extinción del "romanticismo futbolístico"

El fútbol moderno parece ser el negocio perfecto, pero no lo es. Los casos de corrupción y la crisis institucional y deportiva que han sufrido diversos clubes históricos de España y de otros países, como es el caso del extinto Rangers de Glasgow, han sacudido la actualidad del deporte, borrando los cimientos de la moralidad y desdibujando la frontera entre lo que es el espectáculo de masas y la empresa del show business. El placer del fútbol de antaño, el fútbol por el fútbol, el ir al estadio con tu bufanda ondeando al viento, los nervios a flor de piel en los aledaños del campo, los cánticos, la tradición futbolera del transistor pegado a la oreja... El largo etcétera del romanticismo futbolístico se ha extinguido. Las acciones del pasado no han sobrevivido al paso del tiempo y llevan al menos un lustro -o más- supeditadas al servicio de la explotación televisiva. 



El mundo entero se ha acostumbrado tanto al espectáculo televisivo que ha dejado de ser un espectáculo para ser puramente televisión. Si las consecuencias romántico-nostálgicas de este hecho son devastadoras, imagínense el reparto desigual de la economía en virtud del seguimiento de cada equipo. Es como pedirle a Madrid que tenga un puerto marítimo. La sensación que uno se lleva al mirarlo desde fuera, sin la subjetividad con la que se redactan estas líneas, debe ser la de un masificado deporte que ya no es deporte, sino una masa. Una masa que sigue creciendo de manera progresiva e irrefrenable y que ha dejado de mirar atrás para seguir rompiendo con el pasado que hay delante. El día que deje de haber pasado, ¿qué será del fútbol moderno? ¿Será fútbol pasado? Si la estructura cíclica del universo que sueñan algunos como Alan Moore se acaba cumpliendo puede que volvamos a ver al Sheffield Football Club golpeando un balón de cuero de color ocre.


Sin balón, no hay fútbol.

Estaremos de acuerdo todos en que para que haya fútbol, debe haber un balón que ruede. Los esféricos, como los conocemos hoy, han pasado, como el fútbol en general, un proceso de transformación impactante desde los inicios de este deporte hasta hoy en día.

El primer tipo de balón creado para jugar a fútbol es el de tiento. Se le conoce así por el cordón que se usaba para cerrar las costuras del cuero. Eran balones muy rudimentarios, en los que el bote mismo no era siempre igual. La pelota no era una circunferencia perfecta, como en la actualidad, por lo que en el transcurso del juego podía haber acciones desafortunadas debido a las características del balón.

Además, los fenómenos meteorológicos también afectaban en el balón. Si se mojaba el cuero y el cordón, pesaba mucho más. Si hacía frío, normalmente tendía a endurecerse.

En 1970 hay una gran revolución al introducirse el balón con hexágonos, con el novedoso Telstar. Esto ayudó a estandarizar las medidas de producción y a mejorar la forma esférica que debían tener.

De aquí en adelante, habrá constantes innovaciones con los balones de fútbol. Tamaños, colores, formas de la "carcasa", materiales y muchos más experimentos que han provocado que algunos balones agraden más a unos jugadores que a otros. Dependiendo de las
  
características de cada jugador, la marca, la hechura o incluso el vuelo de mismo puede ser determinante para cada partido. Por ejemplo, en el Mundial 2010 de Sudáfrica, los porteros se quejaron enérgicamente del "vuelo impredecible" del Jabulani (balón oficial del mundial). Otro ejemplo, pero en este caso de balón bien aceptado, es el Tango 12 utilizado para la Eurocopa de Polonia y Ucrania en 2012.



De cuero o sintético, con hexágonos o formas desiguales, blancos o amarillos, lo que está claro es que sin balón no hay goles y sin goles no hay fútbol.



Daniel Grau (@14Grau)

sábado, 13 de diciembre de 2014

La huella imborrable de Highbury

Highbury fue. En pasado, pero lo bueno de "haber sido" es que implicar existir. Y esa existencia ha marcado a muchas generaciones de aficionados del Arsenal y también de apasionados del deporte rey: el fútbol. Aficionados de generaciones anteriores al cierre de una localización casi mágica para practicar este deporte.



Highbury o Highbury Park fue el estadio del Arsenal desde 1913 hasta 2006. Su nombre oficial era Arsenal Stadium, pero nadie lo conocía con ese nombre porque popularmente, tanto la afición Gunner como los seguidores británicos y el resto de Europa y del mundo, lo conocía con el nombre del distrito londinense en el que estaba ubicado. La masiva afluencia de la afición del Arsenal provocó que la directiva del club norlondinense considerara el momento de decir adiós al romanticismo de Highbury para pasar a la grandeza del nuevo estadio: Emirates Stadium. Terminado el Emirates en 2006, los Gunners despidieron con mucho cariño y nostalgia el que había sido su hogar casi un siglo de vida y marchaban a un estadio donde todavía, ocho años después, no se han terminado de adaptar.


El emplazamiento que hacía las veces del estadio del Arsenal ha pasado a ser una urbanización de apartamentos de lujo denominada Highbury Square. No obstante, la empresa constructora quiso honrar al club británico respetando la antigua fachada exterior del campo y dejando el césped de Highbury Park haciendo las veces de una pequeña plaza/jardín.

El tiempo no ha podido borrar la huella que Highbury marcó en el fútbol inglés, en la hinchada Gunner y en la mente de cualquier aficionado al fútbol que sea capaz de recordar haber visto un partido en directo o en televisión jugado en este mágico recinto. Highbury fue. Y es.

David Lorao (@DavidLorao_23)


jueves, 11 de diciembre de 2014

El fútbol, mejor en familia

Muchas son las familias que adoran el fútbol. Muchos, los padres e hijos que acuden frecuentemente a los estadios a animar a su equipo. Pero no son tantos aquellos que tienen, en dos generaciones, grandes jugadores de fútbol. A lo largo de la historia de este deporte ha habido caso de padres e hijos que han llegado a jugar al máximo nivel del deporte rey.

Los Higuaín, el "Chícharo" y "Chicharito" Hernández, los Lampard o los Maldini, son ejemplos de padres e hijos que han llegado a lo más alto. 


Jorge Higuaín nació en Argentina en 1957. Entre los clubes por los que pasó en su etapa como futbolista destacan los dos grandes clubes argentinos, Boca Juniors y River Plate, además de otros de gran nivel como Banfield o Gimnasia y Esgrima LP. Su hijo, Gonzalo Higuaín, se formó en la cantera de "Los millonarios" (River Plate). De ahí, pasó al Real Madrid, que posteriormente lo traspasaría al Nápoles, donde juega actualmente.

Javier "Chícharo" Hernández es de nacionalidad mexicana. En su etapa como jugador vistió los colores de Jaguares, Puebla, Atlas y Monarcas, todos ellos clubes mexicanos. Mejor suerte tuvo su hijo, "Chicharito", que empezó su carrera en Guadalajara de México donde ficharía por el Manchester United años después. Actualmente está cedido en el Real Madrid. En cuanto a mundiales, el padre disputó el México en el 86, mientras que el hijo ha disputado dos, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, con tan solo 26 años.




Frank Lampard Senior fue fiel a los colores del West Ham United a o largo de toda su carrera. 18 temporadas jugó para los "Hammers". Su hijo, Frankie Lampard también comenzó en el club al que dedicó su vida futbolística su padre. Pronto destacaría y se fijaría en el uno de los más grandes clubes de Londres en el fútbol moderno, el Chelsea FC. Actualmente, milita en el Manchester City, cedido por el club por el que firmó este pasado verano, el New York City. Ambo podrán comentar en las reuniones familiares que han vestido la camiseta de la selección inglesa y además, han portado el honorable brazalete de capitán de los "Three Lions".

Por último, merecen mención a parte los Maldini, hombres de club donde los haya. Cesare, el padre, estuvo 12 temporadas en el AC Milán. Además, antes había jugado en la Triestina un año y posteriormente se retiraría, tras una temporada también, en el Torino. Su hijo, Paolo, es el jugador más histórico del club "rossoneri". 24 temporadas estuvo en el club de la ciudad de Milán, con lo que se convirtió en el jugador con más partidos con el club y con más partidos en la Serie A italiana. Ambos jugadores fueron estandartes de la selección italiana. Sobre todo Paolo, el hijo, que disputó 4 mundiales y 3 eurocopas en su andanza en la "azzurri".



Daniel Grau (@14Grau)


viernes, 5 de diciembre de 2014

La última liga del Athletic


El Athletic Club de Bilbao es un club con una historia llena de triunfos y de títulos en el fútbol español. Sin embargo, su política de club de jugar solo con jugadores vascos, riojanos y navarros le ha lastrado en estos tiempos en los que el deporte está tan globalizado. Lejos quedan las épocas gloriosas en las que el conjunto vasco dominaba el panorama futbolístico nacional y es que haciendo honor al refrán, cualquier tiempo pasado fue mejor.


Han pasado ya 30 años desde que el Athletic Club consiguiera su último gran título nacional. Fue en la temporada 83/84 cuando el equipo rojiblanco realizó su última gran campaña en la que alcanzó un doblete de Liga y Copa del Rey. El Athletic, dirigido por Javier Clemente se proclamó campeón de liga ante su máximo rival, la RealSociedad. El partido se disputó en el viejo San Mamés y acabó con un resultado de 2-1 gracias a los goles de Rocky Liceranzu. Poco después logró el doblete al ganar la Copa tras imponerse 1-0 (gol de Endika) al Fútbol CLub Barcelona en el Bernabéu en un partido que terminó con una bochornosa pelea entre ambos equipos.




A pesar de que en los últimos años el Athletic ha conseguido realizar grandes temporadas con la consecución de dos finales de Copa y una de Europa League, no han vuelto los títulos a San Mamés y el conjunto rojiblanco sigue intentando dar una alegría a su afición para volver a pasear la Gabarra por la ría de Bilbao.



Alberto García (@10Tucho)

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El día que el Celtic conquistó Europa

"Y ahí estaban: Fachetti, Domenghini, Mazzola. Todos medían metro ochenta, con sus bronceados Ambré Solaire, sus sonrisas Colgate y el pelo engominado. Incluso olían bien. Por el otro lado estábamos nosotros, una panda de enanos. Yo casi no tengo dientes, a Bobby Lennox también le faltan y Ronnie Simpson no tiene ninguno. Los italianos nos miraban y nosotros les dábamos nuestra mejor sonrisa. Parecíamos salidos del circo”, Jimmy Johnstone (ex-jugador del Celtic).


El Celtic de Glasgow, contra todo pronóstico, consiguió alzarse con la Copa de Europa en la temporada 1966/67. Probablmente, el mejor conjunto de la historia de Escocia, conseguía imponerse en Lisboa por 2 goles a 1 a un Inter de Milán plagado de estrellas.

Lo cierto es que esa temporada (1966/67), el conjunto dirigido por Jock Stein consiguió levantar todos los títulos a los que optaba. A parte de la gran conquista del continente europeo, la Copa de Europa, "The Bhoys" se alzaron también con la Liga Escocesa, la Copa de Escocia, la Copa de la Liga escocesa y la Copa de Glasgow

La peculiaridad de este equipo, a parte de consagrarse como el mejor equipo en la historia del Celtic estaba en sus jugadores. Todos ellos eran escoceses. Es más, del propio Glasgow o alrededores. Como si de un equipo de barrio se tratase, "The Hoops" practicaban un fútbol vistoso y atractivo, buscando una y otra vez la portería rival.

Centrandonos en la competición europea, se debe mencionar el poderío ofensivo de los escoceses que en el camino a la final de Lisboa de 1967 lograron 15 goles a favor y solo 4 goles en contra. En su andadura europea habían dejado en la cuneta a rivales duros como el FC Zurich en dieciseisavos, el Nantes, campeón francés, en octavos, la Vojvodina, que le complicó la eliminatoria venciendo el partido de ida en cuartos, y el Dukla Praga en semifinales.

La final había llegado. Era 25 de Mayo de 1967 y los "Lisbon Lions" como fueron apodados por los aficionados portugueses, estaban ante la mayor oportunidad de sus vidas de hacer historia. El Celtic de Glasgow saltó al terreno de juego con Ronnie Simpson bajo palos; defensa para Jim Craig, el gran capitán Billy McNeill, John Clark y Tommy Gemmell; el centro del campo era propiedad de Bobby Murdoch y Bertie Auld; en ataque, el conocido como el "pequeño diablo" Jimmy Johnstone por banda derecha, la mayor leyenda del Celtic, Bobby Lennox, como extremo izquierdo y como delanteros, la dupla compuesta por William Wallace y Stevie Chalmers. Estos once nombres, estos once apellidos y estos once hombres, hicieron una de las mayores hazañas que se recuerdan en la historia del fútbol. 

La final iba a empezar francamente mal, cuando en el minuto 6 de partido, Jim Craig comete un claro penalty sobre el delantero "nerazzurri" Renato Capellini, que el gran Sandro Mazzola iba a transformar. Con este resultado se llegaba al descanso. La moral que inyectó Jock Stein a sus jugadores fue tal, que saltaron al césped en la segunda parte convencidos de que iban a ganar la Copa de Europa. El empate a 1 llegó en el minuto 63, obra de Tommy Gemmell. Craig lograba resarcirse del penalty cometido con una asistencia magistral para que el lateral zurdo Gemmell perforara el arco defendido por Giuliano Sarti. El gol de la victoria del Celtic lo logró Stevie Chalmers a falta de solo seis minutos para el final del encuentro (minuto 84). Billy McNeill disparó a puerta con la suerte que el balón golpeó en Chalmers, desviando la trayectoria y haciendo imposible la estirada del meta italiano. El dominio del Celtic había sido escandaloso y, por fin, se coronaban como campeones de Europa. Un dato que refleja el domino del conjunto escocés son los 20 disparos a puerta, más otros tantos fuera que realizaron durante el encuentro, mientras que el Inter de Milán, tras el gol de penalty, tan solo disparó dos veces y no logró forzar ni un asaque de esquina.

El capitán Billy McNeill era el encargado de levantar la Copa de Europa. El grupo de amigos, el grupo de vecinos de Glasgow era un piña, y esa fue la clave que les llevó a conseguir el mayor título europeo a nivel de clubes.



Hace ya 47 años de la gesta de los "Lisbon Lions" pero no cabe duda de que sus aficionados todavía recuerdan y recordarán la única Copa de Europa conseguida hasta el momento por el Celtic de Glasgow y por el fútbol escocés. 

Daniel Grau @14Grau