jueves, 20 de noviembre de 2014

España 2010: Un triunfo inevitable

Nadie pudo parar lo inevitable. Todo hacía presagiar lo que finalmente sucedió, especialmente tras el paseo que se dio la selección de –por aquel entonces- Luis Aragonés, el sabio de Hortaleza, en la Eurocopa de 2008 proclamándose campeona de Europa por segunda vez en su historia. El fútbol es igual o más caprichoso que la vida. Fortuito, aleatorio. Sacudido por olas de azar y espuma de suerte. De los restos de esa tanda de penaltis que ganamos a Italia hace ya seis años nació la consumación de una generación de futbolistas inigualable. Inalcanzable. Mucho se ha escrito y oído de lo que vivieron esos futbolistas. De lo que sufrieron. De lo que lograron. Pero ¿qué vivió, sufrió y logró la afición de la Roja durante el Mundial de Sudáfrica de2010? Sigan leyendo si están preparados para la nostalgia porque toca viajar en el tiempo, sólo cuatro años atrás.

Era el año 2010 y España llegaba al Mundial de Sudáfrica con el colgante de “Campeona de Europa” y la identidad del “fútbol tiki-taca”. El adiós de Luis Aragonés y la recogida de testigo de Vicente del Bosque habían generado muchas dudas en la afición española, pero el despliegue de medios de comunicación de la Península Ibérica y posterior desembarco en tierras africanas unido a la excitación del “Waka-Waka” de Shakira, disipó todas las sombras del fracaso en la mentalidad de España. ¡Había llegado el Mundial! Pero, ¡ay, amigos, qué poco duró la felicidad! Si de algo es capaz la selección de fútbol de nuestro país es de lo mejor y de lo peor al mismo tiempo. Y así fue. El destino se alineó con la suerte y Suiza obró el milagro: 0-1. Primer partido, primera derrota. ¿Qué pasó con esa ilusión desmedida? La afición se echó encima. La prensa se echó encima. Todos nos echamos literalmente encima del entrenador, de los jugadores, de las novias de los jugadores, etc. Los críticos futbolísticos, expertos eruditos en la materia, buscaban alguna explicación grandilocuente de lo que había sucedido. Nadie encontraba la explicación, pero España estaba contra las cuerdas.

La victoria por 2-0 ante Honduras consiguió aliviar ligeramente la herida abierta por los suizos, pero no la curó por completo. La afición se volcó con el equipo mientras la prensa seguía sacando punta a la derrota inaugural y a aspectos extradeportivos de algunos jugadores. El partido ante Chile se convirtió en la primera final de la plantilla de Vicente del Bosque. Un equipo agresivo, duro, insaciable, incansable. Una selección que cumplía con el prototipo de los países Sudamericanos. El conjunto español acabó logrando la victoria por 1-2, sin desplegar su mejor juego y no exenta de sufrimiento. La voluntariedad de los chilenos también ayudó a ello, pues les bastaba con ese resultado para clasificarse a los octavos de final como segundos de grupo.


¡Lo que es el fútbol! De estar eliminados, hundidos absolutamente en la mayor vergüenza, del fracaso nacional y completamente estrepitoso… ¡España pasaba a octavos como primera de grupo! El cruce quiso que el país viviera un duelo casi geográfico, enfrentándonos a la Portugal de Cristiano Ronaldo. El “cerrojo luso” nos mermaba ofensivamente, mientras la presencia de la estrella del Real Madrid creaba peligro con solo respirar cerca de la zaga roja. ¡Y cómo soplaba! El partido avanzaba y con ello comenzaron los nervios en España. Pronto se disiparon cuando Vicente del Bosque dio entrada a Fernando Llorente, que revolucionó completamente el encuentro con sus ganas y su envergadura, volviendo literalmente loca a la pareja de centrales de Portugal. Sin embargo, de sus botas no vino el gol de la victoria. Villa se convertía en leyenda metiendo a su país en cuartos de final: 1-0.

Paraguay esperaba en cuartos. El estado de excitación que provocó la “Roja” en el país era indescriptible. Regueros de personas llenaron las calles con el color de su selección. Un país unido por la sensación de que los paraguayos eran una selección menor, fácil de derrotar. ¡Creíamos que ya estábamos en semifinales y qué equivocados estábamos! La agresividad que desplegó el equipo sudamericano sorprendió a la afición española, que vio pasar el fracaso ante sus ojos cuando Piqué cometía un clarísimo penalti. La estrella de Casillas no dejó de brillar en Sudáfrica 2010 y obró el milagro. Una jugada después, Xabi Alonso gozaba de la misma oportunidad que los paraguayos y perdonaba como ellos. Otra prórroga se avecinaba, pero el “Guaje” se hacía grande y metía a España –por primera vez en su historia- en las semifinales del Mundial de Sudáfrica 2010.

El éxtasis estalló. La prensa generó tal nivel de hormonamiento futbolístico que generó una ansiedad en la sociedad pocas veces alcanzada. Lo que no haga el fútbol… El partido llegó antes de lo imaginado y las plazas, los bares, las casas, las calles, ¡toda España se llenó para ver el duelo contra Alemania! Final casi anticipada para muchos, los alemanes nos la tenían jurada desde aquel gol de Torres dos años atrás que les robaba la Eurocopa de 2008. El despliegue físico de Alemania hacía pensar en Llorente como arma de destrucción, pero Vicente del Bosque metió a Pedro en el once inicial y el canario se salió. Bailaba con el balón con tanta clase y destreza que la zaga alemana sólo podía observar impasible la calidad del canario. El partido fue de España. Las plazas, los bares, las casas, las calles, ¡toda España confiaba en su selección y sabía que iba a ganar! Sólo era cuestión de tiempo. Y el reloj se paró en la cabeza de Puyol. Su vuelo fue el vuelo de España, su testarazo fue el testarazo de España, su grito fue el grito de España. Su antológico gol es el mejor resumen de aquella generación de futbolistas que tenían el cielo a 116 minutos de distancia.



Y así fue. Ya no importan las ocasiones de Robben, ni el fallo de Cesc, ni la agresividad desmedida de Holanda, ni la derrota ante Suiza, ni las dudas sobre Vicente del Bosque, la novia de Casillas o las sombras de pasado. Ya no importan las lluvias en las plazas repletas de españoles, la angustia en los bares españoles, los gritos en las casa españolas, las pisadas en las calles españolas. ¡Toda España rugió en el 116’! Andrés Iniesta lo hizo. Aquello que nadie creía posible, lo hizo; aquello que generaciones y generaciones de españoles soñaron, lo hizo; unir a toda la sociedad de un país, lo hizo. Del silencio de Iniesta a Casillas levantando el mundo al cielo pudieron pasar horas, minutos y segundos, pero la eternidad que alcanzó España, la eternidad que alcanzamos todos nosotros, María, José, Pedro, Paco, David, Daniel, Víctor, Alberto, Luis, Ana, Marta. La eternidad en una estrella se hizo nuestra. ¿Por qué? Porque nadie pudo parar lo inevitable.



David Lorao @DavidLorao_23

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