martes, 16 de diciembre de 2014

La extinción del "romanticismo futbolístico"

El fútbol moderno parece ser el negocio perfecto, pero no lo es. Los casos de corrupción y la crisis institucional y deportiva que han sufrido diversos clubes históricos de España y de otros países, como es el caso del extinto Rangers de Glasgow, han sacudido la actualidad del deporte, borrando los cimientos de la moralidad y desdibujando la frontera entre lo que es el espectáculo de masas y la empresa del show business. El placer del fútbol de antaño, el fútbol por el fútbol, el ir al estadio con tu bufanda ondeando al viento, los nervios a flor de piel en los aledaños del campo, los cánticos, la tradición futbolera del transistor pegado a la oreja... El largo etcétera del romanticismo futbolístico se ha extinguido. Las acciones del pasado no han sobrevivido al paso del tiempo y llevan al menos un lustro -o más- supeditadas al servicio de la explotación televisiva. 



El mundo entero se ha acostumbrado tanto al espectáculo televisivo que ha dejado de ser un espectáculo para ser puramente televisión. Si las consecuencias romántico-nostálgicas de este hecho son devastadoras, imagínense el reparto desigual de la economía en virtud del seguimiento de cada equipo. Es como pedirle a Madrid que tenga un puerto marítimo. La sensación que uno se lleva al mirarlo desde fuera, sin la subjetividad con la que se redactan estas líneas, debe ser la de un masificado deporte que ya no es deporte, sino una masa. Una masa que sigue creciendo de manera progresiva e irrefrenable y que ha dejado de mirar atrás para seguir rompiendo con el pasado que hay delante. El día que deje de haber pasado, ¿qué será del fútbol moderno? ¿Será fútbol pasado? Si la estructura cíclica del universo que sueñan algunos como Alan Moore se acaba cumpliendo puede que volvamos a ver al Sheffield Football Club golpeando un balón de cuero de color ocre.


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