martes, 16 de diciembre de 2014

Sin balón, no hay fútbol.

Estaremos de acuerdo todos en que para que haya fútbol, debe haber un balón que ruede. Los esféricos, como los conocemos hoy, han pasado, como el fútbol en general, un proceso de transformación impactante desde los inicios de este deporte hasta hoy en día.

El primer tipo de balón creado para jugar a fútbol es el de tiento. Se le conoce así por el cordón que se usaba para cerrar las costuras del cuero. Eran balones muy rudimentarios, en los que el bote mismo no era siempre igual. La pelota no era una circunferencia perfecta, como en la actualidad, por lo que en el transcurso del juego podía haber acciones desafortunadas debido a las características del balón.

Además, los fenómenos meteorológicos también afectaban en el balón. Si se mojaba el cuero y el cordón, pesaba mucho más. Si hacía frío, normalmente tendía a endurecerse.

En 1970 hay una gran revolución al introducirse el balón con hexágonos, con el novedoso Telstar. Esto ayudó a estandarizar las medidas de producción y a mejorar la forma esférica que debían tener.

De aquí en adelante, habrá constantes innovaciones con los balones de fútbol. Tamaños, colores, formas de la "carcasa", materiales y muchos más experimentos que han provocado que algunos balones agraden más a unos jugadores que a otros. Dependiendo de las
  
características de cada jugador, la marca, la hechura o incluso el vuelo de mismo puede ser determinante para cada partido. Por ejemplo, en el Mundial 2010 de Sudáfrica, los porteros se quejaron enérgicamente del "vuelo impredecible" del Jabulani (balón oficial del mundial). Otro ejemplo, pero en este caso de balón bien aceptado, es el Tango 12 utilizado para la Eurocopa de Polonia y Ucrania en 2012.



De cuero o sintético, con hexágonos o formas desiguales, blancos o amarillos, lo que está claro es que sin balón no hay goles y sin goles no hay fútbol.



Daniel Grau (@14Grau)

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